Don Quijote (personaje)

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«Aquel caballero que allí ves...». Alonso Quijano y Sancho Panza en una composición fotográfica de Luis de Ocharan para la revista La Esfera (1916)

Don Quijote de la Mancha es el sobrenombre por el que se conoce al hidalgo Alonso Quijano, protagonista de las dos novelas escritas por Miguel de Cervantes que forman Don Quijote de la Mancha.

Otros nombres o apodos de Alonso Quijano que van apareciendo a lo largo de la narración son el Caballero de la Triste Figura, que le pone su propio escudero Sancho Panza, o el Caballero de los Leones, con el que se autotitula don Quijote tras su hazaña con los leones en la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, de 1615.[1]

Citas de don Quijote[editar]

  • «... el sabio, a cuyo cargo debe de estar el escribir la historia de mis hazañas, le habrá parecido que será bien que yo tome algún nombre apelativo, como lo tomaban todos los caballeros pasados: cuál se llamaba el de la Ardiente Espada; cuál, el del Unicornio; aquel, de las Doncellas; aquéste, el del Ave Fénix; el otro, el Caballero del Grifo; estotro, el de la Muerte; y por estos nombres e insignias eran conocidos por toda la redondez de la tierra. Y así, digo que el sabio ya dicho te habrá puesto en la lengua y en el pensamiento ahora que me llamases el Caballero de la Triste Figura, como pienso llamarme desde hoy en adelante; y, para que mejor me cuadre tal nombre, determino de hacer pintar, cuando haya lugar, en mi escudo una muy triste figura».[2]
  • «Pues si acaso Su Majestad preguntare quién la hizo, diréisle que el Caballero de los Leones, que de aquí adelante quiero que en este se trueque, cambie, vuelva y mude el que hasta aquí he tenido del Caballero de la Triste Figura; y en esto sigo la antigua usanza de los andantes caballeros, que se mudaban los nombres cuando querían o cuando les venía a cuento».[1]

Citas sobre don Quijote[editar]

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  • «Cervantes nos describe repetidas veces, en el Quijote, al famoso Caballero de la Mancha. Pero nunca lo hace literalmente, de pies a cabeza, con todos los pelos y señales, como si pintara un retrato definitivo y solemne. Cervantes usa otro método, más caprichoso, pero también más humano y veraz. En diferentes pasajes de su obra, aquí y allá, va dando pinceladas sueltas, muy vivas siempre, formando a veces como breves esbozos, que dejan entrever la figura del héroe [...], y del conjunto brota una figura tan rara, tan fuerte, tan expresivamente inconfundible, que el mundo entero la reconoce en el acto».[2]
    • Juan Givanel Mas
    • Fuente: Historia gráfica de Cervantes y del Quijote. Madrid: Editorial Plus-ultra, pp. 85-86 (1946)
  • «Don Quijote, desde luego, es un hombre de fe, no de dudas, no de incertidumbres, y su certeza proviene de sus lecturas. Su fe se encuentra en sus libros, en sus "palabras, palabras, palabras". Cuando don Quijote abandona su aldea y parte a los campos de La Mancha, deja detrás de él sus libros, su biblioteca: su refugio. Don Quijote es un lector de libros de caballería y cree en todo aquello que lee. En consecuencia, cuanto ha leído es cierto. La lectura, para don Quijote, es su locura. Para él, los molinos son gigantes, porque así lo dicen sus libros. Cuando los ataca y cae de cabeza, deduce que esto sólo puede ser la obra de magos y jayanes porque esto es lo que él ha leído y nadie puede convencerlo de lo contrario. Don Quijote se levanta derrotado, vuelve a montar sobre su yegua, y sale nuevamente a dar batalla para deshacer entuertos, derrotar villanos y proteger huérfanos y viudas, porque ésta es la misión que le ha sido encomendada por el código de honor contenido en sus libros. Pero cuando abandonó su aldea y sus libros para salir a los campos de Montiel, don Quijote también dejó atrás el mundo bien ordenado de la Edad Media, sólido como un castillo, donde todo tenía un lugar reconocible, a ingresa al valiente mundo nuevo del Renacimiento, agitado por los vientos de la ambigüedad y el cambio, donde todo está en duda».[3]
    • Carlos Fuentes
    • Fuente: «El siglo de oro». El espejo enterrado (2016)
  • «Don Quijote, después de todo, no es más que la caricatura del ideal: y sin ideales, pueblos e individuos no valen gran cosa. Ni Cyrano habría cedido a las añagazas de los políticos de la débacle "non merci!" ni quien se quedó manco en Lepanto habría quedado sin parecer glorioso en Cavite o en Santiago de Cuba. El espíritu sanchesco sirve de lastre a las almas nacionales o individuales, impide toda ascensión; el romántico espíritu de la caballería es capaz de convertir a un seco aritmético yanqui en heroe, un cow-boy en un Bayardo».[4]
  • «Don Quijote habla el lenguaje del absoluto abstracto. Sancho Panza, el lenguaje de la concreción relativa».[3]
    • Carlos Fuentes
    • Fuente: «El siglo de oro». El espejo enterrado (2016)
  • «[Don Quijote] no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día; y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga».[5]
  • «Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza».[8]
    • Fuente: «Capítulo primero. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha».[1]
  • «Resuelto está el hidalgo a cumplir su propósito, a ceñirse las armas de sus nobles bisabuelos y cabalgar en su flaco rocín por esos mundos en pos de la soñada aventura, del glorioso peligro, del renombre eterno. Ya no se llamará de aquí en adelante Alonso Quijano, sino don Quijote de la Mancha, rindiendo así tributo a su apellido y la nativa tierra; su pobre caballo será Rocinante; solo su pueblo gris, el pueblo menudo, ramplón y egoísta, quedará sin nombre, por castigo, en los anales de la fama».[10]
  • «Si acaso quisieren saber esos señores quién ha sido el valeroso que tales los puso, diráles vuestra merced que es el famoso don Quijote de la Mancha, que por otro nombre se llama el Caballero de la Triste Figura».[1]
  • «Un hombre,
    que de un flaco rocinante
    a la vuelta de esa esquina
    se apeó, y en rostro y talle
    parece aquel don Quijote,
    de quien Miguel de Cervantes
    escribió las aventuras».[8]

Referencias[editar]

  1. 1,0 1,1 1,2 1,3 1,4 Cervantes (2010).
  2. 2,0 2,1 Guijarro Ceballos, Javier. El "Quijote" cervantino y los libros de caballerías: calas en la poética caballeresca, pp. 261 y ss. Centro Estudios Cervantinos, 2007. ISBN 848833382X, 9788488333827. En Google Libros. Consultado el 7 de octubre de 2019.
  3. 3,0 3,1 Fuentes, Carlos. El espejo enterrado. Penguin Random House Grupo Editorial México, 2016. ISBN 6073139381, 9786073139380. En Google Libros. Consultado el 29 de octubre de 2019.
  4. Neumeister, Sebastian. «Rubén Darío, Don Quijote y la canallocracia». EN: Schmidt-Welle, Friedhelm; Ingrid Simson (eds.). El Quijote en América, p. 134. BRILL, 2010. ISBN 9042030526, 9789042030527. En Google Libros. Consultado el 25 de mayo de 2020.
  5. Cervantes, Miguel de (2010). El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Project Gutenberg. Consultado el 6 de marzo de 2020.
  6. Valadés, Diego. Carlos Fuentes, ensayista. El Colegio Nacional, 2019. ISBN 6077243337, 9786077243335. En Google Libros. Consultado el 29 de octubre de 2019.
  7. Gómez de la Serna, Ramón. Total de greguerías. Aguilar, 1962; p. 500. ISBN 9788422657279.
  8. 8,0 8,1 Riley, E. C. (en inglés). «Don Quixote: from Text to Icon». Cervantes: Bulletin of the Cervantes Society of America. Special Issue, invierno de 1988. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 6 de octubre de 2019.
  9. «Saramago propone revisar los grandes conceptos y limpiar las palabras». 12 de noviembre de 2004. El País. Consultado el 11 de junio de 2021.
  10. Espina, Concha; Alfonso de la Serna. Mujeres del Quijote, seguido de "Don Quijote en Barcelona", p. 46. Trifaldi, 2005. ISBN 8493440108, 9788493440107. En Google Libros. Consultado el 6 de octubre de 2019.
  11. Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Capítulo final: "Conclusión: Don Quijote en la tragicomedia europea contemporánea.

Bibliografía[editar]