«Un hombre de indiscutible cultura y fuerte intelecto matemático, inclinación mental extremadamente piadosa y seráfica; un hombre hermoso, encantador y profundo; en sus escritos se confiesan más verdades que en los de ningún otro autor; una de las mentes más nobles en el reino de la inteligencia; uno de los soles espirituales que brillará más aún a medida que pasen los años».
«Este hombre, que sus contemporáneos creyeron visionario y excéntrico, indudablemente llevó una vida más real que la de ningún otro en el mundo, un alma colosal, un gigante en su tiempo a quien sus semejantes no comprendieron. Para apreciarlo se requiere una gran distancia focal».
«A mi modo de ver—comentó la admirada autora—, la filosofía de Swedenborg es la única que arroja luz sobre el otro mundo y explica mucho de lo que antes resultaba incomprensible».
«Swedenborg hizo todo lo posible por impartir una fe saludable y penetrante—las verdades racionales, que son las únicas capaces de proteger la religión de la ignorancia, la fuerza bruta y la astucia de quienes pretenden usarla como medio de opresión—. Los otros Mesías, aunque fervientes y sinceros, carecían de los conocimientos científicos, la comprensión de la psicología humana, las verdades combativas, sin las cuales es difícil evitar que la sociedad forje cadenas para aherrojar la mente y el cuerpo del hombre».