Cómo podría yo negar el poder del mal cuando veo lo que ocurre y ha ocurrido desde el día que nací: la segunda guerra mundial, con sus más de cuarenta millones de víctimas; Auschwitz y los campos de la muerte (...) La lista de horrores es interminable. Jean Delumeau, al preguntársele si creía en el Demonio.
¿Cómo puede explicarse que la Iglesia jamás excomulgara ni a Hitler ni a Himmler, que Pío XII nunca viera necesario —por no decir indispensable— condenar Auschwitz y Treblinka, que una gran proporción de los miembros de las S.S. fuesen creyentes y permaneciesen fieles a sus lazos cristianos hasta el fin, que hubiese asesinos que practicasen [el sacramento de] la confesión entre una masacre y otra y que todos ellos procediesen de familias cristianas y hubiesen recibido una educación cristiana? En Un judío de hoy. Elie Wiesel
Es cierto que todos tenemos el mal en nosotros mismos, pero aún juntando grandes cantidades de males individuales, no podríamos explicar lo que pasó en Auschwitz [...] El mal en aquella escala parece ser cuantitativa y cualitativamente distinto. Jeffrey Burton Russell
La segunda guerra mundial introdujo la guerra total, sin principios en los métodos, sin límite en la violencia y sin discriminación en las víctimas. Los hornos de Auschwitz y la incineración atómica de Hiroshima y Nagasaki grabaron un capítulo aún más funesto en la crónica de la brutalidad humana. Bernard Lown