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Adam Smith

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Adam Smith
«... buscan su propia seguridad, su propia ganancia, para la cual se ven llevados por una mano invisible a promover un fin que no estaba en sus intenciones»[1]
«... buscan su propia seguridad, su propia ganancia, para la cual se ven llevados por una mano invisible a promover un fin que no estaba en sus intenciones»[1]
Véase también
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Adam Smith (Kirkcaldy, 16 de junio de 1723-Edimburgo, 17 de julio de 1790) fue un economista y filósofo escocés.

  • «Esperar... libertad de comercio es tan absurdo como esperar... la utopía. No solo se oponen irresistiblemente a ella los prejuicios del público, sino, lo que es mucho más invencible, los intereses privados de muchos individuos».[2]
  • «Los individuos... no tratan de promover el interés público ni saben cuánto lo están promoviendo. Solo buscan su propia seguridad, su propia ganancia, para la cual se ven llevados por una mano invisible a promover un fin que no estaba en sus intenciones. Buscando su interés personal suelen promover el de la sociedad más eficazmente que cuando pretenden promoverlo realmente».[1]
  • «Raras veces se reúnen las gentes que ejercen el mismo oficio, ni siquiera por diversión o entretenimiento, pero cuando lo hacen, la conversación suele terminar en una conspiración contra el público o en alguna maquinación para subir los precios».[1]

Citas de sus obras

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  • «El descubrimiento de América y el del paso a las Indias Orientales por el Cabo de Buena Esperanza son los dos acontecimientos más importantes que registra la historia de la humanidad.»[3]
  • «Los monopolios, al tener infraabastecido siempre el mercado,[...] venden sus mercancías a un precio muy superior al natural y elevan sus emolumentos, consistentes éstos en salarios o en beneficios...».[4]
    • Fuente: La riqueza de las naciones, 1776.
  • «Por más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemente hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesarse en la suerte de los otros, de tal modo que la felicidad de éstos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, a no ser el placer de verla».[5]
  • «Un genuino partidista odia y desprecia la sinceridad y en verdad no hay vicio que lo descalifique tanto para la actividad partidaria como esa sola virtud. De ahí que el espectador imparcial, auténtico y respetado, nunca está tan lejos como en medio de la violencia y la cólera de facciones contendientes. Puede afirmarse que para esos bandos dicho espectador no existe en ninguna parte del mundo. Llegan incluso a imputar al gran Juez del universo sus propios prejuicios y a menudo piensan que ese Ser Divino está animado por sus propias pasiones vengativas e implacables. En consecuencia, la facción y el fanatismo han sido por lejos los mayores corruptores de los sentimientos morales».[6]
    • Fuente: La teoría de los sentimientos morales, 1759

Referencias

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  1. 1,0 1,1 1,2 Samuelson y Nordhaus (1993), «Capítulo 22: Aires de cambio: el triunfo del mercado», p. 457.
  2. Samuelson y Nordhaus (1993), «Capítulo 37: El proteccionismo y el libre comercio», p. 830.
  3. Adam Smith, La riqueza de las naciones, Madrid, Alianza Editorial, 2011, p. 620.
  4. Samuelson y Nordhaus (1993), «Capítulo 10: El ingreso marginal y el monopolio», p. 196.
  5. Mertz, Óscar (1984). «Adam Smith: los conceptos de naturaleza humana y gobierno en La teoría de los sentimientos morales». Revista de Ciencia Política (Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile) 6 (1): 59. 
  6. Fleischacker, Samuel (julio 2024). «Aprendiendo de Adam Smith en 2023». Estudios Públicos (002): 36. doi:10.38178/07183089/1404231108. 

Bibliografía

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