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Brian Cox

  • «Cuanta más ciencia haya en la televisión mejor nos va a ir como sociedad».

Posmodernos arruinando cosas

"La búsqueda de la originalidad absoluta surgida de la imaginación incontrolada, de la libertad total, de la subjetividad pura del creador que rompe con las convenciones, lleva a fatalmente a la vanguardia a ser incomprensible. Porque toda comunicación -el lenguaje en primer término-, se basa inevitablemente en convenciones anteriores; al pretender desconocerlos, la vanguardia renuncia a la comunicación con el público, elige ser un arte eminentemente elitista y esotérico, a veces incluso solipsista para el propio goce del creador. Aun aquellos que aspiraban a un arte de masas, como los contructivistas rusos, incurrían en la contradicción de desear comunicarse, y a la vez, rechazar los códigos que hacen posible la comunicación. (...)

La originalidad absoluta, tal como la entiende la vanguardia, provoca desconcierto en el público. También aquí aparecen una similitud, sólo aparente, con cualquier estilo nuevo, y la dificultad en su comprensión por falta de preparación en el público, porque no existen el hábito de obras anteriores ni conocimientos previos. Pero esta complejidad no es buscada expresamente por el autor  y desaparece a medida que la obra es frecuentada. En el caso de la vanguardia, en cambio, la incomprensión es conscientemente elegida y destinada a no desaparecer. La oscuridad no es relativa al grado de conocimiento del público, una consecuencia indeseada de la novedad, sino una condición absoluta.. (...)

La oscuridad, la dificultad de la vanguardia, producen en el público profano un profundo aburrimiento; pero una obra de arte vanguardista que se precie debe aburrir, lo entretenido es descalificado como superficial o vulgar; las obras no solo son aburridas: deben serlo. Del hecho cierto de que una obra superior puede aburrir a un público no preparado, la vanguardia extrae una falsa conclusión: la incomprensión es inherente a la gran obra de arte, es signo innegable de valor. El público de vanguardia a debido adiestrarse a ese tedio, adquirir una capacidad de resignación incalculable, renunciar estoicamente a encontrar placer en la experiencia estética. Los críticos de arte y tras ellos parte del público no se animan a ir contra la corriente por miedo al estigma que eso significaría, ser calificado como conservador, reaccionario, obsoleto. Ese sacrificio tiene su compensación psicológica  en la soberbia y el sentimiento de superioridad con que se mira al profano que confiesa inocentemente su aburrimiento, al ingenuo que se atreve a decir que el rey está desnudo. La fascinación que ejercen sobre el público obras incomprensibles es de la misma índole que la experimentada por todos los iniciados en secretos esotéricos, en revelaciones misteriosas: la ilusión de pertenecer a un orden exclusivo, del que pueda apartarse al hombre común". Juan José Sebreli, Las aventuras de la vanguardia.