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Skay Beilinson

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Skay Beilinson (La Plata, Buenos Aires, Argentina, 15 de enero de 1952) es un guitarrista, cantante y compositor argentino.

  • Hendrix era un ser absolutamente salvaje, que hacía música con un acople. Era la libertad hecha música. Y me mostró una característica fundamental del rock: la gestualidad. Pero Hendrix, si bien marcó un quiebre en la música, era un exponente más de esa cultura que expresaba lo que todos queríamos expresar y que se vivía en la calle todo el tiempo.[1]
  • Después de muchos años descubrí algunas claves. Por ejemplo, si tomás conciencia de los ruidos que tenés en la cabeza y logras sacártelos por un rato, en el canto de un pájaro podés reconocer una vida. Y de ahí ir a donde quieras. Porque ese mismo pájaro esta en este planeta Tierra, que sólo es un planeta en medio del sistema solar, en medio de la galaxia y del universo.[1]
  • La nostalgia es una trampa. Hay que tener cuidado porque se corre el peligro de perderse la novedad.[2]
  • Creo que la música es un talismán, un talismán muy poderoso. La música ha salvado mi vida. Es una gran cosa poder armar una banda, ensayar y salir a tocar. Conozco brillantes músicos que no se han podido desarrollar.[2]
  • El rock, la cultura rock, irrumpió en la vida cotidiana del mundo de una manera que, en aquel tiempo, era insospechable. Si pensamos en los grandes sueños, sí fue un fracaso. Pero en la vida cotidiana, no. Y en algunos temas como la ecología o la necesidad de encontrar espacios alternativos para solucionar los quilombos, tampoco. En lo que respecta a mí, personalmente, el rock me torció la vida. Me modificó la manera de expresarme, de relacionarme con los demás, las lecturas... Todo.[2]
  • No le temo a la muerte, porque sé que es inevitable. Estoy contento de comprender lo que significa vivir, la parca siempre está atrás; lo sepas o no, es así. [3]
  • Tocar en vivo, para mí, es una especie de ritual chamánico. Sucede algo que nos trasciende tanto a los músicos como a todos los que están participando de ese acontecimiento. Durante un instante, el tiempo se detiene y, en esa situación, se tiene que revelar algún misterio. No hay que pensar, se debe permitir que la música fluya. Creo que de eso se trata.[4]
  • A mí me parece que está bien que una banda de rock convoque gente y ese encuentro se transforme en una gran celebración. Pero si todo se reduce a los cantos de las hinchadas, juntémonos para cantar temas de hinchadas y listo... Una banda puede y debe aportar muchas más cosas. Noto que algunos grupos padecen ese fenómeno y otros pareciera que apuestan a él. En todo caso, me parece muy triste que un evento rico artísticamente quede opacado por todo lo otro. Está bueno que haya celebración, pero también espacio para la belleza.[5]
  • Hay que seguir apostando a lo que uno tiene, a lo que busca, a lo que encuentra y al camino que recorre. En ese sentido, yo siento que hoy más que nunca el rock debe perseguir la belleza. Siempre admiré y disfruté a Spinetta. Me apasionan los artistas que todavía siguen esforzándose por descubrir eso que todavía no encontraron, y Spinetta definitivamente es uno de ellos.[5]
  • Yo creo que estamos en un tiempo muy interesante, justo a mitad de camino entre la desaparición y la trascendencia. Creo que son los momentos donde se vienen los cambios fundamentales que deben pasar. El concepto de ecología, del planeta como un ser viviente, que en aquel momento (fines de los sesenta) parecía un discurso de locos, de utópicos, hoy en día está mucho más generalizado. Hay una noción del mundo como una unidad, de la locura que significa la guerra y la carrera armamentista, de la locura del mercado y del consumo. A pesar de que estamos metidos en ese horno, hay mucha más conciencia, muchas manifestaciones que apuntan a producir algunos cambios que momentáneamente parecen muy difíciles. Hay algunos que hablan del campo morfogenético: cuando son muchas las personas que creen en una cosa, las cosas se producen de manera mucho más natural y fácil. La prueba la tenemos en los años del hippismo, que de repente parecía mucho más fácil la posibilidad de cambiar el mundo. Después, el mercado y la industria absorbieron todo. Pero esos ideales no han muerto, siguen vigentes porque estamos hablando de la supervivencia de la especie y del planeta.[6]
  • Otra cosa muy curiosa era la reacción de la gente (en referencia a conciertos de Jimi Hendrix y Soft Machine). Hasta entonces la gente iba a un concierto, se sentaba en la butaca y veía, en el mejor de los casos movía la patita. Y acá la gente se paraba arriba de las butacas y bailaba, era una especie de fiesta chamánica colectiva.[6]
  • Hay momentos claves donde parece que eso tiende a detonar, a unificarse. Una cosa que veo en la cultura rock y que es muy potente es que había un montón de experiencias que estaban sucediendo y que convergían en una contracultura. Hoy en día hay un montón de cosas interesantes pero están atomizadas, cada una en su espacio, y no alcanzan a tener esa fuerza de contracultura. Por ahí ves un artículo brillante de un pensador, o un crítico, o un artista, pero metido en un medio en el que pasa desapercibido, es un dato más de información; y es mucho más que información lo que está en juego, es un cambio de paradigma. Por eso creo que estamos en ese punto justo, que tarde o temprano va a volver a estallar una cosa novedosa que vuelva a unificar esas necesidades. Si no, inevitablemente, vamos camino a la desaparición, estamos jugando con cosas muy pesadas, el planeta se está poniendo cada vez más difícil, si seguimos en esta locura de las guerras, las bombas atómicas, falta que alguien apriete el primer botón. Todavía soy optimista y creo que va a primar la razón.[6]
  • Creo que hay algo muy teatral en la interpretación de las canciones; y esa es la magia de estar arriba de un escenario: cuando te subís, te transformás, tenés que salirte de lo que sos y sacar afuera un montón de cosas. Me tengo que hacer cargo de ese personaje que exige la canción, no puedo ser el que habla bajito y parece tranquilo... Soy extremadamente tímido, así que aprovecho cuando estoy arriba del escenario para sacar afuera un montón de cosas. Además, la canción te domina. Soy un perfecto esquizofrénico.[6]
  • Creo que la gran aventura de la libertad es ir corriendo los límites de lo que se cree y se tiene por seguro: ampliar el mundo de lo posible. Y en el momento mismo que uno logra romper esa frontera, hay un destello de felicidad única. Después uno vuelve a levantar una nueva muralla, donde se empieza a mover hasta que se retoma esa necesidad de extenderlos un poco más.[7]

Referencias

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  1. 1,0 1,1 Rolling Stone (Buenos Aires) (Año 5 número 57). Diciembre de 2002. 
  2. 2,0 2,1 2,2 Clarín (Buenos Aires). 23/10/2004. 
  3. Diario Río Negro (Buenos Aires). 8/10/2005. 
  4. Ciudad Abstrakta Online. 14/09/2007. 
  5. 5,0 5,1 Tiempo Argentino (Buenos Aires). 17/9/2010. 
  6. 6,0 6,1 6,2 6,3 Revista Rec Or Play Música (Buenos Aires). Julio de 2010. 
  7. José Bellas (29 Ago 2013). «El misterio es existir». En Clarín, ed. S!. Buenos Aires, Argentina. Consultado el 24 de octubre de 2013.