Resurrección (novela)
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Resurección | |||||||||||
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Título original | Voskreséniye | ||||||||||
Autor | León Tolstói | ||||||||||
Publicación | 1899 (hace 122 años) | ||||||||||
Idioma | ruso |
Resurrección es la última novela escrita por León Tolstói publicada por primera vez en 1899.
Citas[editar]
Primera parte[editar]
- «Inútilmente se esforzarán millares y millares de personas, aglomeradas en un reducido espacio de terreno, en hacer improductiva la tierra que las sostiene; inútilmente pretenden aplastar el suelo bajo las piedras, con objeto de hacer imposible la germinación; inútilmente arrancan hasta la postrera brizna de hierba; inútilmente impregnan el aire de petróleo y de humo; inútilmente cortan los árboles y echan cuadrúpedos y pájaros; hasta en la ciudad, la primavera es siempre primavera.»
- Capítulo I.
- «[...] todo respira alegría; árboles, pájaros, insectos y niños. Sólo los hombres no cesan de engañarse y mortificarse a sí mismos y a los demás; no contemplan y admiran los hombres en esa mañana de primavera las galas incomparables del Universo, creado para la dicha de los mortales a los que invita a la paz, a la unión, al amor; no aprecian esos dones, no entienden su carácter sagrado; tan sólo estiman aquello que han imaginado para engañarse y atormentarse recíprocamente.»
- Capítulo I.
- «El mundo podía juzgarle como quisiera, él podía engañar al mundo; pero no engañarse a sí mismo.»
- Capítulo XXVIII.
- «Y de repente comprendió que la sensación de náusea que le producían la sociedad, el príncipe, Sofía Vasilievna, Margarita, los criados, no era otra cosa que el asco de sí mismo.»
- Capítulo XXVIII.
- «Grande era la distancia que mediaba entre lo que era y lo que debiera haber sido; pero el hombre moral que resurgía, todo lo juzgaba posible.»
- Capítulo XXVIII.
- «Sentía en sí, no sólo la libertad y la fuerza y la alegría de la vida, sino también toda la potencialidad de lo bueno: se sentía bastante fuerte para realizar todo lo que de bueno y bello puede realizar un hombre. Comprendía esto y los ojos se le llenaban de lágrimas. Y eran las suyas lágrimas buenas, porque las hacía brotar el júbilo de la resurrección moral de aquel «yo» que durante tantos años había dormido en su seno: y eran quizá algo malas porque en aquel llanto había algo de enternecimiento de sí mismo al advertir que renacía su virtud.»
- Capítulo XXVIII.
- «¿Para qué hacer desgraciado a un hombre que es feliz en la ignorancia?»
- Capítulo XXXIII.
- «¿Qué soy yo, libertino y seductor, y toda esta sociedad que, conociendo mis vicios, no tan sólo no me desprecia, sino que me guarda toda clase de consideraciones y me estima?»
- Capítulo XXXIV.