La tregua

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La tregua
Título original La tregua
Autor Mario Benedetti
Publicación 1960 (hace 64 años)
Idioma Español
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La tregua es una novela de Mario Benedetti escrita en 1960 situada en Montevideo, Uruguay.

Toda la novela está escrita en forma de diario, que es escrito de febrero de 1958 a febrero de 1959 por Martín Santomé, un hombre viudo de 49 años que esta a punto de jubilarse y tiene en su vida un momento de "tregua".

Citas[editar]

  • Yo tendría que sentirme orgulloso de haber quedado viudo con tres hijos y haber salido adelante. Pero no me siento orgulloso, sino cansado. El orgullo es para cuando se tienen veinte o treinta años. Salir adelante con mis hijos era una obligación, el único escape para que la sociedad no se encarara conmigo y me dedicara la mirada inexorable que se reserva a los padres desalmados. No cabía otra solución y salí adelante. Pero todo fue siempre demasiado obligatorio como para que pudiera sentirme feliz.
    • Lunes 18 de febrero
  • Era un borracho extraño, con una luz especial en los ojos. Me tomó de un brazo y dijo, casi apoyándose en mí: "¿Sabés lo que te pasa? Que no vas a ninguna parte". Otro tipo que pasó en ese instante me miró con una alegre dosis de comprensión y hasta me consagró un guiño de solidaridad. Pero ya hace cuatro horas que estoy intranquilo, como si realmente no fuera a ninguna parte y sólo ahora me hubiese enterado.
    • Jueves 21 de febrero
  • Hay momentos en que tengo y mantengo la lujosa esperanza de que el ocio sea algo pleno, rico, la última oportunidad de encontrarme a mí mismo.
    • Viernes 22 de febrero
  • Hay una especie de reflejo automático en eso de hablar de la muerte y mirar en seguida el reloj.
    • Sábado 23 de febrero
  • Sé que tenía ojos verdes, pero no puedo sentirme frente a su mirada.
    • Domingo 24 de febrero
  • Acaso mirábamos demasiado los números, las sumas, las restas, y no teníamos tiempo de mirarnos nosotros.
    • Lunes 25 de febrero
  • A veces me siento desdichada, nada más que de no saber qué es lo que estoy echando de menos.
    • Lunes 25 de febrero (Blanca)
  • Por primera vez, una mujer. Siempre les tuve desconfianza para los números. Además, otro inconveniente: durante los días del período menstrual y hasta en sus vísperas, si normalmente son despiertas, se vuelven un poco tontas; si normalmente son un poco tontas, se vuelven imbéciles del todo.
    • Miércoles 27 de febrero
  • No sé qué tendrá mi cara que siempre invita a la confidencia. Me miran, me sonríen, algunos llegan hasta a hacer la mueca que precede al sollozo; después se dedican a abrir su corazón. Y, francamente, hay corazones que no me atraen.
    • Sábado 16 de marzo
  • Si alguna vez me suicido, será en domingo. Es el día más desalentador, el más insulso.
    • Domingo 17 de marzo
  • Francamente, no sé si creo en Dios. A veces imagino que, en el caso de que Dios exista, no habría de disgustarle esta duda.
    • Viernes 29 de marzo
  • Tengo pocos amigos y Aníbal es el mejor. Por lo menos es el único con quien puedo hablar de ciertos temas sin sentirme ridículo. Alguna vez tendremos que investigar en qué se basa nuestra afinidad.
    • Viernes 5 de abril
  • Está la opinión que uno puede tener de sí mismo, algo que increíblemente tiene poco que ver con la vanidad. Me refiero a la opinión cien por ciento sincera, la que uno no se atrevería a confesarle ni al espejo frente al que se afeita.
    • Domingo 7 de abril
  • La verdad es que esa excelente opinión de mí mismo ha decaído bastante. Hoy me siento vulgar y, en algunos aspectos, indefenso. Soportaría mejor mi estilo de vida si no tuviera conciencia de que (sólo mentalmente, claro) estoy por encima de esa vulgaridad. Saber que tengo, o tuve, en mí mismo elementos suficientes como para encaramarme a otra posibilidad, saber que soy superior, no demasiado, a mi agotada profesión, a mis pocas diversiones, a mi ritmo de diálogo: saber todo eso no ayuda por cierto a mi tranquilidad, más bien me hace sentir más frustrado, más inepto para sobreponerme a las circunstancias.
    • Domingo 7 de abril
  • La seguridad de saberme capaz para algo mejor, me puso en las manos de la postergación, que al fin de cuentas es una arma terrible y suicida.
    • Domingo 7 de abril
  • Lo que deseo ahora es mucho más modesto que lo que deseaba hace treinta años y, sobre todo, me importa mucho menos obtenerlo. Jubilarme, por ejemplo. Es una aspiración, naturalmente, pero es una aspiración en cuestabajo. Sé que va a llegar, sé que vendrá sola, sé que no será preciso que yo proponga nada. Así es fácil, así vale la pena entregarse y tomar decisiones.
    • Domingo 7 de abril
  • Una de las cosas más agradables de la vida: ver cómo se filtra el sol entre las hojas
    • Domingo 14 de abril
  • Tiene algo de razón, pero me desalienta que tenga razón.
    • Miércoles 17 de abril
  • Hace unos cuantos días que la noto apagada, casi triste. Eso sí, le sienta la tristeza.
    • Lunes 29 de abril
  • Después de mucho exprimirme el cerebro llegué al convencimiento de que lo que está peor es la resignación. Los rebeldes han pasado a ser semi-rebeldes, los semi-rebeldes a resignados
    • Domingo 5 de mayo
  • Antes sólo daba su coima el que quería conseguir algo ilícito. Vaya y pase. Ahora también da coima el que quiere conseguir algo lícito. Y esto quiere decir relajo total.
    • Domingo 5 de mayo
  • Antes de empezar a olvidarse, tiene que acordarse, que empezar a acordarse.
    • Martes 28 de mayo
  • Pero, en definitiva, ¿Qué es lo nuestro? Por ahora, al menos, es una especia de complicidad frente a otros, un secreto compartido, un pacto unilateral. Naturalmente, esto no es una aventura, ni un programa, ni -menos que menos- un noviazgo. Sin embargo, es algo más que una amistad. Lo peor (¿O lo mejor?) es que ella se encuentra muy cómoda con esta indefinición. Me habla con toda confianza, con todo humor, creo que hasta con cariño.
    • Viernes 31 de mayo
  • Cuando alguien se siente brillantemente desgraciado, entonces sí vale la pena llorar con acompañamiento de temblores, convulsiones, y, sobre todo, con público. Pero, cuando además de desgraciado, uno se siente opaco, cuando no queda sitio para la rebeldía, el sacrificio o la heroicidad, entonces hay que llorar sin ruido, porque nadie puede ayudar y porque uno tiene conciencia de que eso pasa y al final se retoma el equilibrio, la normalidad.
    • Domingo 16 de junio
  • "¿Ya pasó todo?", pregunté. "Sí, pasó todo." Era mentira, pero ambos compredimos que hacía bien en mentir.
    • Domingo 16 de junio (con Avellaneda)
  • Todo estuvo tan bien, que no vale la pena escribirlo.
    • Viernes 28 de junio
  • Ella me daba la mano y no hace falta más nada. Ella me da la mano y eso es amor.
  • Esos inútiles que pecan por el mero hecho de vivir.
    • Miércoles 3 de julio
  • Qué feo es eso de que le digan a uno la verdad, sobre todo si se trata de una de esas verdades que uno ha evitado decirse aún en los soliloquios matinales, cuando recién se despierta y murmura pavadas amargas, profundamente antipáticas, cargadas de autorrencor, a las que es necesario disipar antes de despertarse por completo y ponerse la máscara que, en el resto del día, verán los otros y verá a los otros.
    • Jueves 4 de julio
  • De pronto tuve conciencia de que ese momento, de que esa rebanada de cotidianidad, era el grado máximo de bienestar, era la Dicha. Nunca había sido tan plenamente feliz como en ese momento, pero tenía la hiriente sensación de que nunca más volvería a serlo, por lo menos en ese grado, con esa intensidad.
    • Sábado 6 de julio
  • No sé, yo querría que Dios existiese. Pero no estoy seguro. Tampoco estoy seguro de que Dios, si existe, vaya a estar conforme con nuestra credulidad a partir de algunos datos desperdigados e incompletos.
    • Domingo 7 de julio
  • Después ya en casa, Blanca me dio un abrazo, uno de esos abrazos que ella no derrocha y que por eso mismo son más memorables.
    • Lunes 22 de julio
  • La verdadera división de las clases sociales, habría que hacerla teniendo en cuenta la hora en que cada uno se tira a la cama.
    • Viernes 26 de julio
  • A mi me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservando el máximo sólo para las grandes ocasiones.
    • Martes 30 de julio
  • Ya sé ahora que mi soledad era un horrible fantasma, sé que la sola presencia de Avellaneda ha bastado para espantarla, pero sé también que no ha muerto, que estará juntando fuerzas en algún sótano inmundo, en algún arrabal de mi rutina. Por eso, sólo por eso, me apeo de mi suficiencia y me limito a decir: ojalá.
    • Miércoles 7 de agosto
  • Son raras las veces que pienso en Dios. Sin embargo, tengo un fondo religioso, un ansia de religión. Quisiera convercerme de que efectivamente poseo una definción de Dios, un concepto de Dios. Pero no poseo nada semejante. Son raras las veces que pienso en Dios, sencillamente porque el problema me excedetan sobrada y soberanamente, que llega a provocarme una especie de pánico, una desbandada general de mi lucidez y de mis razones.
    • Sábado 24 de agosto
  • Yo necesito un Dios con quien dialogar, un Dios en quien pueda buscar amparo, un Dios que me responda cuando lo interrogo, cuando lo ametrallo con mis dudas (...) me importa un Dios que está a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazón
    • Sábado 24 de agosto
  • Hay que lograr que se despierte en los demás la vergüenza de sí mismos, que se sustituya en ellos la autodefensa por el autoasco. El día en que el uruguayo sienta asco de su propia pasividad, ese día se covertirá en algo útil.
    • Lunes 24 de febrero
  • Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una tregua. Al principio, me resistí a creer que eso pudiera ser la felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por vencido y lo creí. Pero no era la felicidad, era solo una tregua. Ahora estoy otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más.