Batalla del Alto de la Alianza

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La batalla del Alto de la Alianza enfrentó a ejércitos de Perú y Bolivia, por un lado y de Chile, por otro el 26 de mayo de 1880, dentro de la guerra del Pacífico.

Citas[editar]

«Puesto que no puedo conseguir que Montero no se bata con los chilenos, procuraré que no venza; y de este modo, él y su derrotado ejército no podrán ser jamás un peligro para mí»
  • "Piérola temía que una vez vencedor de los chilenos, Montero se rebelase contra él, y que valiéndose del mayor prestigio y ascendiente que la victoria le procuraría en el pueblo, no le fuera posible arrojarlo del solio dictatorial para ocupar su puesto; y no preocupándose más que de sí mismo, concentró todos sus esfuerzos en una tenaz y mal encubierta guerra contra Montero y el ejército que estaba a sus órdenes... Piérola fue todavía más adelante, y atendiendo a los hechos parece que debió decirse: "Puesto que no puedo conseguir que Montero no se bata con los chilenos, procuraré que no venza; y de este modo, él y su derrotado ejército no podrán ser jamás un peligro para mí".
  • "Hízose indispensable rectificar la dirección, y para esto el general Campero mandó variar a la izquierda las divisiones que tenía a sus órdenes, las cuales al efectuar el movimiento se encontraron de frente con las del centro, encuentro que produjo la mayor confusión, por lo cual ordenó hacer alto a todo el ejército. Pero entonces ya no se sabía a qué distancia del enemigo se encontraban nuestras tropas, y convencido de que estábamos extraviados en la ruta de marcha, el general en jefe mandó a sus ayudantes hacer fogatas en el Alto de la Alianza. Poco después, en efecto, quedaba alumbrado el paraje, y las divisiones recibieron orden de volver al campamento. El ayudante que fue a trasmitir esta orden al general Montero lo encontró perdido en el campo y casi a la mano del enemigo, de donde pudo, felizmente, contramarchar. En esta descabellada marcha y contramarcha nos sorprendió el día, fracasando así la intentada sorpresa de Quebrada Honda".
  • "El (contraataque) se inició, saliendo fuera de la línea, con el avance de mi división, la de Suárez y la de Castro Pinto. Apenas había adelantado yo unos cien metros a la cabeza de mis batallones “Zepita” y “Misti”, cuando perdí el caballo. Mi ayudante, capitán Lazúrtegui, me dio el suyo, que también quedó pronto inutilizado. Mi segundo jefe, comandante Llosa, al avanzar sobre el enemigo, recibió un balazo en el pecho, que le mató instantáneamente; su caballo, sintiéndose sin jinete, partió a la carrera, pero fue alcanzado por uno de los oficiales; al tiempo de poner el pie en el estribo, fue arrancado éste por una bala y hube de montar por el lado opuesto. De los ayudantes que me acompañaban cayeron los capitanes Chacón y Cabello. El abanderado, teniente Padilla, cayó haciendo flamear la bandera en medio de la lucha, y ordené al teniente Castellanos que recogiera la insignia del “Zepita”".
    "Nuestro contraataque seguía, en tanto, pertinaz. Los “Colorados” rivalizaban con nuestros bravos del “Zepita”, y la refriega tornábase cada vez más enconada. Aliados y chilenos acometíanse furiosamente, haciendo extraordinarias proezas. Con todo, nuestro decidido empuje adelantaba; pero nos faltaron refuerzos para cubrir las bajas y sostener la impulsión del contraataque, refuerzo que ya no era posible obtener porque todas las reservas estaban empeñadas en la línea de combate".
    "El enemigo, fuertemente reforzado, volvía, en tanto, al ataque. La lucha era tremenda. El fuego que se nos dirigía de todas partes diezmaba mi división y la de Suárez, y hubo momentos en que estuvimos en un tris de ser completamente envueltos, pues el resto de la línea no había acompañado nuestro avance, por hallarse también combatiendo duramente en sus propias posiciones. Varios jefes habían ya caído en la porfiada lid, muertos o heridos; y a poco fue también herido el valeroso coronel Camacho, comandante general del Centro. El general en jefe, que no perdía detalle en la conducción de la batalla, ordenó al instante al coronel Ramón Gonzáles sustituirle".
  • "Tan cierto es que el ejército peruano ha luchado con bizarría, que de los doce batallones que tenía bajo mis órdenes, han muerto seis primeros jefes, y un comandante general, cuyos nombres guardará con orgullo la historia patria. El señor coronel don Jacinto Mendoza, que comandaba la cuarta división; los coroneles Barriga, Fajardo, Luna; los tenientes coroneles Mac Lean, Llosa y el comandante Samuel Alcázar, que mandaban respectivamente los batallones “Huáscar”, “Cazadores del Rímac”, “Cazadores del Misti”, “Arica”, “Zepita” y la columna de “Tacna”, han luchado con un heroísmo superior a todo encomio. Aparte de tan sensible pérdida, hemos tenido también la de muchos segundos y terceros jefes, sin contar con el gran número de heridos".
  • Peruanos y bolivianos, superáronse en decisión y valor, y en el campo de batalla quedaron valientes jefes y oficiales, caídos juntos en defensa de su patria y su bandera. Y entre los cuerpos de tropa distinguiéronse los famosos batallones “Zepita” (peruano) y “Colorados” (boliviano), que rivalizando en bravura escribieron una nueva página de heroísmo en sus gloriosas tradiciones".
  • "Las ventajas del número, del armamento y de la artillería chilenos contribuyeron al resultado final. La victoria, titubeante durante varias horas, se inclinó por ellos claramente, ya a las dos de la tarde. En una carta particular a su esposa, el coronel Velásquez, jefe del estado mayor chileno, declaró: “Para qué digo el papel brillante que desempeñó la artillería. Los extranjeros en Tacna están sorprendidos de nuestra artillería y los peruanos dicen: “Que gracia, pues, por eso ganan los chilenos”".
  • (El Comblain chileno) "hizo maravillas en Tacna (mientras) que los peruanos, por el contrario, armados más como turba que como ejército, lucharon con la irredimible desventaja de la variedad de sus rifles de precisión. Sólo el “Zepita” y el “Pisagua” estaban armados de rifles Comblain. Los “Cazadores del Cuzco” y el batallón de Morales Bermúdez tenían Peabody americano de largo pero fatigoso tiro, mientras que los cuerpos organizados en el sur se batían con el ya anticuado Chassepot y los demás, especialmente los bolivianos, con el Rémington".
  • "Los días y las horas pasan como golpes de campana trágica que se esparcen sobre este peñasco de la ciudadela militar, engrandecida por un puñado de patriotas que tienen su plazo contado y la decisión de pelear sin desmayo para no defraudar al Perú... Dios va a decidir este drama en el que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han Dictado, con su incapacidad, la sentencia que nos aplicará el enemigo. Nunca reclames nada, para que no se crea que mi deber tiene precio."
  • Lamentabelmente fuera de este y muchos otros relatos y otros muchos que existen sobre esta batalla y la guerra del pacifico quedan totalmente en el anonimato y fuera de muchos relatos como este personajes que fueron los que en realidad murienron por sus ideales metas y objetivos tales como Ricardo Odonoman sobre el cual no se escribe ni se encuentra absolutamente nada en los libros mas conosidos acerca de esta guerra que mal y que lamentable que los verdaderos héroes de esta guerra queden en el total anonimato o con sus nombres escritos en letras pequeñas como si su sacrificio hubiese sido menor al de algunos que en realidad solo dirigieron esta guerra y que se robaron el protagonismo de lo verdaderos héroes